No solemos hablar de religión en este pequeño lugar del mundo, sin embargo, ayer estuve hablando con Dani (la única persona que conozco que estudia la doble de Derecho y Violín y todavía le queda tiempo para arreglar el mundo en sus ratos libres), y me dijo un par de cosas que hicieron que mereciera la pena el viaje hasta la Comunidad Foral.
Hasta ahora, la concepción que yo tenía del pecado era de ruptura con Dios, falta de fe, desconfianza... supongo que ideas muy de libro de religión de 6º de primaria. Dani me dijo algo mucho más sencillo y práctico (casi paradigmático) que le había contado alguien que entiende, vive y cree profundamente en esta religión católica que se dobla cada vez más pero no termina de partirse: pecado es cada vez que decidimos no ser felices. Si entendemos a Dios como imagen de bien, verdad, amor y felicidad verdaderas (y yo tengo mis dudas), pecar sería renunciar deliberadamente a esa felicidad (me vienen a la cabeza millones de ejemplos propios y ajenos). Y punto. Todo lo demás son ideas absurdas e inútiles de señores vestidos de blanco muy (mal)acostumbrados a la vida de palacio episcopal.
Asumiendo esto, el infierno no es un lugar donde se asan brochetas (sic), es un lugar de gente infeliz (mire a su alrededor y se formará una clara idea de lo que estamos hablando), que lo peor de todo es que se ha pasado la vida escogiendo conscientemente ser infelices. No sabría explicarlo mejor y creo que esto habría que ponerlo en los catecismos de los niños de primera comunión y en en alguna parte de la próxima encíclica.
Otro día hablaremos del Islam y de los minaretes.
Hasta ahora, la concepción que yo tenía del pecado era de ruptura con Dios, falta de fe, desconfianza... supongo que ideas muy de libro de religión de 6º de primaria. Dani me dijo algo mucho más sencillo y práctico (casi paradigmático) que le había contado alguien que entiende, vive y cree profundamente en esta religión católica que se dobla cada vez más pero no termina de partirse: pecado es cada vez que decidimos no ser felices. Si entendemos a Dios como imagen de bien, verdad, amor y felicidad verdaderas (y yo tengo mis dudas), pecar sería renunciar deliberadamente a esa felicidad (me vienen a la cabeza millones de ejemplos propios y ajenos). Y punto. Todo lo demás son ideas absurdas e inútiles de señores vestidos de blanco muy (mal)acostumbrados a la vida de palacio episcopal.
Asumiendo esto, el infierno no es un lugar donde se asan brochetas (sic), es un lugar de gente infeliz (mire a su alrededor y se formará una clara idea de lo que estamos hablando), que lo peor de todo es que se ha pasado la vida escogiendo conscientemente ser infelices. No sabría explicarlo mejor y creo que esto habría que ponerlo en los catecismos de los niños de primera comunión y en en alguna parte de la próxima encíclica.
Otro día hablaremos del Islam y de los minaretes.