20091215

La aventura de un empleado

 
Como era un hombre metódico -el haberse levantado en casa ajena, vestirse deprisa, no afeitarse, le dejaban la impresión de haber trastornado sus hábitos-, pensó por un momento en dar un salto hasta su casa, antes de ir a la oficina, para rasurarse la barba y cambiarse. Tiempo hubiera tenido, pero Gnei descartó enseguida la idea, prefirió convencerse de que era tarde, porque le asaltó el temor de que su casa, la repetición de gestos cotidianos disolvieran la atmósfera de excepción y de riqueza en que ahora se movía.

Decidió que su jornada seguiría una curva calma y generosa para conservar lo más posible la herencia de esa noche. La memoria, capaz de reconstruir con paciencia las horas pasadas, segundo por segundo, le abría paraísos infinitos. Así, vagando con el pensamiento, sin prisa, Enrico Gnei se encaminaba hacia la estación de tranvía.

Los amores difíciles
Italo Calvino

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